Nos consideramos privilegiados y sentimos una profunda responsabilidad al trabajar con dos recursos vitales para el desarrollo de nuestra sociedad: el agua y las personas.
Ban Ki-Moon, secretario general de las Naciones Unidas, se refirió a esta relación entre agua y empleo indicando que “el poder del agua y del empleo transforman la vida de las personas. La mitad de todos los trabajadores en la tierra están empleados en sectores relacionados con el agua, pero millones de ellos no son reconocidos ni protegidos por los derechos laborales básicos”.
Este vínculo entre agua y empleo (concretamente en el sector que nos concierne) va más allá y queda patente en la paradoja del agua y el diamante: “Nada es más útil que el agua; pero ésta no comprará gran cosa; nada de valor puede ser intercambiado por ella. Un diamante, por el contrario, tiene escaso valor de uso; pero una gran cantidad de otros bienes pueden ser frecuentemente intercambiados por éste”.
Aunque cada vez estamos más concienciados, persistimos en el error de confiar en que el agua es un bien inagotable, de acceso ilimitado e incluso por el que no deberíamos pagar (al menos, no una gran cantidad). En el sector de la limpieza predomina una percepción similar. Es un servicio básico que todos precisamos en nuestra vida diaria, pero, puesto que a ojos de la sociedad no exige una cualificación y siempre se dispone de una gran oferta, se encuentra claramente devaluado.
“Encontramos los principios vitales y el valor de nuestra actividad en el fomento de un comportamiento responsable y la promoción de un trabajo digno como medio para el desarrollo de las personas”
Este valor en descenso ha promovido una competitividad basada en el abaratamiento de los precios como único argumento de venta. Si bien hay que analizar que las posibilidades para rebajar aún más el precio en un servicio en el que se impone la mano de obra sólo pueden sustentarse en: la precariedad laboral (reducción de salarios y derechos de los trabajadores) y fraudes con las entidades reguladoras y falta de formación (en muchas ocasiones también falta de cuidado en la prevención de riesgos de los propios trabajadores).
Por tanto, la capacidad de transformación que poseen el agua y el trabajo dependen, en todo momento, del modo en que sean empleados. Absolutamente convencidos de que cada trabajo responde a una necesidad, encontramos los principios vitales y el valor de nuestra actividad en el fomento de un comportamiento responsable y la promoción de un trabajo digno como medio para el desarrollo de las personas.
David Hérnandez,
Director comercial